“If you had financial freedom—would you quit your job to become an artist?”
The question seems simple, yet it hides an uncomfortable mirror: if money were no longer a limit, what would you choose to do with your time?
Many would respond with enthusiasm: “Yes! I’d finally dedicate myself to singing, writing, painting, sculpting, dancing!” But behind that answer another doubt arises: is it really money that holds us back, or is it fear?
Art as a postponed desire
Since childhood, most of us have felt the creative call. We wrote poems on napkins, sketched in the margins of notebooks, improvised songs without an audience. But at some point, we heard the phrase: “that won’t pay the bills.” And so, art was pushed aside—relegated to a hobby, a private corner of our lives.
Financial freedom became a fantasy: “Once I have no worries, then I’ll be an artist.” But what if that excuse is only a disguise for the fear of exposing ourselves, of showing what is most vulnerable within us?
Being an artist requires no permission
Art doesn’t always need millions or perfect conditions. A singer can begin with nothing but their voice in an empty room. A painter with a scrap of paper and a pencil. A poet with a loose sheet in the middle of chaos.
What art truly requires is courage: the decision to listen to oneself, to release the invisible, to believe that what we have to express deserves to exist.
The true luxury
Perhaps real freedom isn’t financial, but internal. The kind that allows us to create even when the world insists it makes no sense. The kind that transforms routine into inspiration and the everyday into poetry.
So the question shifts:
Do you need to wait until you’re financially free to dare to be an artist, or can you begin today—with what you have, from where you are?
Because in the end, art does not wait. It lives within you, even if you try to silence it.
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And you? If you had that freedom, which art would you embrace first?
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“¿Y si tuvieras libertad financiera, dejarías tu trabajo para ser artista?”
por Mariel Méndez | MARALOVE
La pregunta parece sencilla, pero esconde un espejo incómodo: si el dinero dejara de ser un límite, ¿qué elegirías hacer con tu tiempo?
Muchos responderían con entusiasmo: “¡sí, por fin me dedicaría a cantar, a escribir, a pintar, a esculpir, a bailar!”. Pero detrás de esa respuesta también aparece otra duda: ¿es realmente el dinero lo que nos detiene, o es el miedo?
El arte como deseo postergado
Desde pequeños, la mayoría sentimos el llamado creativo. Escribíamos poemas en servilletas, dibujábamos en los márgenes de los cuadernos, improvisábamos canciones sin público. Pero en algún momento escuchamos la frase: “eso no da de comer”. Y entonces relegamos el arte a un pasatiempo, a un rincón privado de nuestras vidas.
La libertad financiera se convierte en una fantasía: “cuando no tenga preocupaciones, seré artista”. Sin embargo, ¿y si esa excusa solo es un disfraz del temor a exponernos, a mostrar lo más vulnerable de nosotros?
Ser artista no requiere permiso
El arte no siempre necesita millones ni condiciones perfectas. Un cantante puede empezar con su voz en una habitación vacía. Un pintor con un pedazo de papel y un lápiz. Un poeta con una hoja suelta en medio del caos.
Lo que sí requiere el arte es valentía: la decisión de escucharse, de dejar salir lo invisible, de creer que lo que tenemos para decir merece existir.
El verdadero lujo
Quizá la verdadera libertad no sea la financiera, sino la interior. Esa que nos permite crear incluso cuando el mundo insiste en que no tiene sentido. Esa que convierte la rutina en inspiración y lo cotidiano en poesía.
La pregunta, entonces, cambia de forma:
¿Necesitas esperar a ser libre económicamente para atreverte a ser artista, o puedes empezar hoy, con lo que tienes, desde donde estás?
Porque al final, el arte no espera. Vive en ti, aunque lo quieras silenciar.
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¿Y tú? Si tuvieras esa libertad, ¿qué arte abrazarías primero?
Con cariño,
Mariel
